Juego y Desarrollo

IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL DESARROLLO GENERAL DE LOS NIÑOS/AS





JUEGO Y COMPORTAMIENTOS SERIOS


  • La función de la Infancia
Nuestras ideas sobre lo que son el juego y la infancia están tan indisolublemente unidas en sus respectivos significados que difícilmente podría abordarse la definición de cualquiera de estos dos conceptos sin entrar en el análisis del otro.
Una de las razones por las que algunos psicólogos y educadores acceden a considerar la importancia del juego es precisamente por su inclusión aunque indirecta, en la categoría de los asuntos serios. 
Ese era, efectivamente, el título de algún artículo de divulgación científica que, hacia el final de la década de los setenta, trataba de reivindicar su influencia en el desarrollo infantil. En el campo de la educación cabría afirmar que esa es la estrategia seguida por quienes diseñan y utilizan los llamados juegos didácticos: descubrir la utilidad y el beneficio de lo lúdico tanto para el individuo como para la especie.
Pero reconocer la utilidad del juego puede llevar a los adultos a robar el protagonismo del niño y la niña. La intervención de aquellos, según Bruner, debe consistir en facilitar las condiciones que permiten el juego, en estar a disposición del niño, no en dirigir ni imponer el juego. El juego es serio y es útil para el desarrollo del niño en la medida en que él es su propio protagonista, se mantiene diferenciado de las exigencias y limitaciones de la realidad externa, permite explorar el mundo de los mayores sin estar ellos presentes, se convierte en el terreno privilegiado de interacción con los iguales y en fuente de funcionamiento autónomo.
Los conceptos de juego e infancia son productos humanos elaborados y modificadas a lo largo de la historia.
La infancia ha supuesto en la evolución del hombre, utilizando la misma expresión que usa Bruner para referirse a la educación, un extraordinario invento social. La selección biológica ha ido extendiendo la duración de este período de inmadurez en los mamíferos más desarrollados. Durante él los miembros adultos actúan como amortiguadores de las exigencias del mundo exterior y proporcionan a los más jóvenes alimento, higiene, protección, etc.
Veremos que, en las diversas teorías propuestas a lo largo de la corta historia de la psicología para explicar el fenómeno del juego hay referencias explícitas e implícitas a las relaciones entre juego, infancia y educación.
(Ver las teorías sobre el juego)

  • La intervención del adulto en el juego
La intervención del adulto en el juego podría plantearse como un modo de intervención eficaz en la educación y el desarrollo del niño o como mera participación en la interacción lúdica por el propio placer de descubrir las capacidades del niño.
Si definíamos el juego como una actitud no parece posible que pueda darse esa participación del adulto, ni una intervención eficaz, si no es desde la aceptación de dicha actitud.
Si nos preguntáramos ahora cómo se puede utilizar el juego en el propio proceso educativo parecerá evidente que la respuesta a esa cuestión depende de la edad de los niños. Cada tipo de juego descrito anteriormente responde a una edad diferente y su función en el proceso educativo varía de unos juegos a otros.
El niño pone en práctica el juego motor para consolidar cada una de sus adquisiciones. Proporcionarle materiales ricos y atractivos con los que pueda practicar el creciente número de esquemas que logra dominar constituye la mejor forma de estimularles. En las últimas décadas ha florecido toda una industria dedicada a la fabricación de instrumentos y juguetes que permitan desplegar esa enorme actividad exploradora del primer año y medio de vida. Precisamente por esa gran capacidad para descomponer, abrir, descolorear cuanto cae en sus manos y en sus bocas, es importante la insistencia en la garantía de no toxicidad de los materiales y en su adecuación para evitar accidentes gratuitos.
Respecto al período de la vida que comprende la educación infantil se requiere una reflexión sobre el valor educativo del juego de ficción. No conviene olvidar que no son pocos los padres y educadores que se plantean las posibles consecuencias nocivas que esa continua inmersión en el mundo de la fantasía que supone el juego de ficción, pueda llegar a tener en el comportamiento ulterior de los niños.
La preocupación se formularía como dudas sobre la afluencia negativa que podría derivarse de la pasión del niño por el mundo de ficción de modo que llegara a perjudicar su aprendizaje sobre el mundo real. Y es cierto que, cuando aún su conocimiento sobre este último es muy primitivo, el niño encuentra enorme placer en distorsionar y violar las leyes que rigen las acciones en éste, estableciendo premisas ficticias en las que se basan sus acciones lúdicas.
Sin embargo diversos autores han demostrado que los niños tienen bien establecida esa distinción entre mundo ficticio y mundo real antes de los tres años.